Hacia tiempo no visitaba el Bosque de
Chapultepec, el bosque urbano más grande de Latinoamérica, y la primera
reacción que vino a mi mente fue “quiten a esos malditos ambulantes, es un
bosque no un tianguis “(además todos venden los mismos productos, sin olvidar
que sus gritos son lo peor).
La primera parada, el zoológico “Alfonso
Herrera”, que en lo personal no es mi lugar favorito, es una opción para llevar
a los niños y abuelos, especialmente si estos se asombran con facilidad. El
zoológico funciona desde 1927 y cuenta con 17 hectáreas que albergan aproximadamente
1930 animales, sin duda la atracción
principal de este lugar es el panda gigante, que además
de ser un animal en peligro de extinción, se encuentra sólo en algunos
zoológicos alrededor del mundo. El zoo está dos tres descuidado a pesar de que
en 1990 inician las obras de remodelación y de que cuenta con una gran cantidad
de patrocinadores; los animales lucen un poco desganados o resignados mientras
se pasean de un lado a otro en sus pequeñas jaulas, se recomienda tener
paciencia si se desea ver a todos los especímenes ya que además de ser un lugar
muy grande en ocasiones los animales no salen a saludar a los humanos que
gritan y toman fotos desde fuera de la jaula. El zoológico cuenta con zona de
comida rápida, por lo que es una sana opción para pasar todo un día al aire
libre.
Segunda parada, la casa de los espejos y
el laberinto de cristal que se encuentran saliendo del zoológico, atracciones
montadas sobre un cubo de madera, son una opción entretenida para los que salen
del zoo; personalmente nunca antes había entrado a esas atracciones y debo
decir que el laberinto de cristal es la mejor. Por un lado la casa de los
espejos, te muestra imágenes deformadas y chistosas de tu cuerpo, el lugar es
pequeño y a veces se arremolinan muchas personas en torno a un espejo, aun así
es jocoso; posteriormente se encuentra el laberinto de cristal que es mucho mas
padre, realmente te confunde (una niña hasta se cayó) este lugar está hecho con espejos y cristales
que van del techo al suelo, el objetivo es encontrar la salida con el menor
número de golpes posibles. Son atracciones simpáticas a precio accesible.
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